En el mundo hay 1.000 millones de personas con discapacidad, pero la mitad de ellas no tienen acceso a la asistencia sanitaria y la rehabilitación que necesitan, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sólo hay que echar un vistazo a las cifras para darse cuenta de la magnitud de un problema que, según las estimaciones, podría seguir creciendo en los próximos años debido al envejecimiento de la población y el aumento de las enfermedades crónicas.
«La discapacidad ha sido una gran olvidada, sobre todo en los países más desfavorecidos, y es el momento de cambiar ese paradigma», subraya Marta Imamura, presidenta de la Sociedad Internacional de Rehabilitación y Medicina Física.
Esta especialista de la Universidad de Sao Paulo confía en que de la 67 Asamblea de la OMS que se está celebrando estos días en Ginebra salga un ambicioso plan de acción para los próximos siete años que permita mejorar la salud de las personas con discapacidad. Una parte fundamental de esta estrategia en la que la agencia de la ONU lleva un tiempo trabajando es la «reducción de los obstáculos en el acceso a la rehabilitación en todo el mundo», lo que exige mejorar la asistencia, la investigación y la formación de profesionales en este campo.
Para Imamura, que ha participado en la III Jornada de Gestión Clínica para Jefes de Servicio auspiciada por Allergan en el marco del Congreso de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, invertir en rehabilitación no sólo es fundamental por cuestiones humanitarias y sociales, «sino también desde un punto de vista económico».
«Rehabilitar a un paciente permite otorgarle independencia, que vuelva a reintegrarse en la sociedad y eso tiene un gran impacto en la sostenibilidad de los países», señala.
Apostar por la rehabilitación, remarca, lleva aparejado un cambio de planteamiento en el funcionamiento del sistema sanitario. «Hasta ahora, la medicina se centraba especialmente en la enfermedad en sí, en solucionar los procesos agudos. Pero tenemos que mover el punto de vista hacia la atención de los crónicos y a tomar en consideración la funcionalidad del paciente».
Después de un ictus, el médico no sólo debe preocuparse de que el paciente sobreviva, sino de cuál es su calidad de vida, si puede caminar o comer por sí mismo, subraya.
Un «plan coordinado de acción entre los diferentes países es clave» para conseguir el impulso que la rehabilitación necesita, continúa la especialista, «porque la disparidad y las diferencias globales» en este sentido son muy grandes.
Jianan Li, director del Centro de Rehabilitación Médica en la Nanjing Medical University de Nanjing (China), proporciona un ejemplo claro de hasta qué punto la rehabilitación está dando sus primeros pasos en algunos lugares del planeta.
«La rehabilitación era una especialidad olvidada en China hasta el terremoto de 2008, que dejó a decenas de miles de personas con discapacidad», señala el próximo presidente de la Sociedad Internacional de Rehabilitación y Medicina Física, también presente en la reciente reunión de Bilbao.
Desde entonces, asegura, se ha impulsado la actividad rehabilitadora, hay varios proyectos nacionales de construcción de infraestructuras destinadas a la atención de la discapacidad y se ha destinado financiación al sector, aunque sigue habiendo carencias importantes. «Nos faltan profesionales formados para poder avanzar en ese desarrollo», lamenta.
Otro punto importante a escala global es la mejora de la recopilación y análisis de datos sobre discapacidad para «orientar la formulación de políticas y programas específicos».
«Es un momento de cambio porque la rehabilitación puede cumplir un papel muy importante en la medicina actual», apunta, por su parte, Alberto Esquenazi, presidente de la Asociación Americana de Rehabilitación y Medicina Física, quien también confía en la oportunidad que maneja ahora la Asamblea de la OMS.
«Hay muchas ventajas de tipo social, cultural y económico que pueden obtenerse, porque la rehabilitación no sólo aporta una perspectiva curativa, sino también de integración».